Se dice en periodismo que "no hay nada más viejo que el periódico de ayer". Claro que, cuando se acuñó la frase, no existían las actuales herramientas electrónicas. Hoy, el periódico de ayer no es que sea viejo, es que ya es un relato de la historia; Internet ha conseguido que la noticia subida a la hora del desayuno esté por la tarde en la sección de hemeroteca.
Recuerdo que, en 1983, tenía un redactor jefe tan "moderno" que se le ocurrió bautizar como "última hora" al huequecico que quedó en la contraportada, junto al consabido reportajillo final. Y ahí metía lo que vomitaba el teletipo cuando este jefe salía, camino del Automóvil Club, a jartarse de copas. Daba igual la importancia de la noticia o su procedencia; "era la última hora" decía, no sin razón. Pero claro; era la última hora del momento en el que salía de whiskies; no "la última hora" de cuando el lector se disponía a leer. Pensaba que, con ese reclamo, la columnilla se leería sola. Digo ésto porque el factor temporal en los medios en papel es ya un arma de doble filo. Excepto las ediciones del Jueves Santo, Nochebuena y Nochevieja que llevan dos fechas en su cabecera, los medios electrónicos han convertido aún en más cierto eso de "no hay nada más viejo que el periódico de ayer". Porque de la revista con fecha de hace tres meses, ya ni hablamos.
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