Los políticos, muchas veces, en su afán por salir en los medios comenten torpezas lingüísticas o errores evidentes. No es que critique a quienes no pronuncian correctamente las eses o se comen palabras, porque en eso los almerienses -y yo mismo- somos expertos. Me quejo de aquellos que, aún sabiendo que hablan mal, profundizan en su error para aparentar ser más del pueblo. Ayer mismo una tal Susana, del PSOE andaluz, defendía la "inosencia" del anterior consejero de Empleo; sí ése que en las millonarias prejubilaciones de González Byass puso como fecha de antigüedad en la empresa la de su nacimiento....
Pero estos errores vienen de todo el arco político y desde hace tiempo. Diario de León publicó en 2003 una lista que, perfectamente, está actualizada: dequeísmos («pienso de que»); redundancias ("funcionario público"); el uso de palabras que no existen ("jóvenas", "culpabilizar" en vez de culpar); el empleo de palabras largas y tecnicismos... Pero claro, hay otros fallos más clamorosos, como ocurre en las campañas electorales cuando el candidato ya no sabe ni qué municipio pisa. Bueno pues éso y que ¡Viva Honduras! (Trillo dixit).
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