jueves, 13 de junio de 2013

Gran Hermano Arapiles

El aire de la mañana, cargado de yodo del cercano Mediterráneo, te acaricia la cara como un suspiro de buenos días. En invierno, cuando el sol está a punto de despuntar por el Cabo de Gata, las primeras luces imprimen unos claroscuros dignos de ser llevados a un lienzo por el mejor pintor Indaliano. Las aceras recién baldeadas con agua limpia refrescan el paso del madrugador que, puntual, enfila hacia su trabajo cruzándose con los últimos y desaseados noctámbulos que en zigzag buscan su catre.  Y un silencio que duele se rompe, de vez en cuando, por un niñato que pasa en motillo a diez por hora, pero con el escape libre.

Así es la calle Arapiles cuando la ciudad se despereza, cuando los ciudadanos inician la rutina diaria. Un vecino en pijama que saca la cabeza entre macetas para comprobar si llueve, una cortina entreabierta por la que asoma una joven despeinada y con ojeras… por Arapiles marchan los niños de uniforme cargados con sus mochilas camino del lejano colegio concertado al que entraron con trampas; por allí caminan temblorosas y recién perfumadas con colonia de mercadillo las pensionistas que van ideando qué comer para estirar su mísera pensión de viudedad; la calle Arapiles es el camino recto para quienes se tuercen en la vida ya que a tiro de piedra se encuentran la Hacienda del Estado, la Hacienda de la Junta, el CSIF, el Gobierno Civil y la Comandancia de Marina. Mucho formalismo para tan pocos metros.

Pues hemos sabido que todo eso, el aire mañanero, los rayitos de sol, los escolares píos, las viejecicas aromatizadas, el tío en pijama… era registrado, controlado y grabado por una de las nueve cámaras que el democrático gobierno autonómico de izquierdas –ése al que le gusta tanto supervisar el bien de sus súbditos- autorizó a enchufar en la puerta de su delegación provincial de Hacienda y Administración Pública. Como la Agencia de Protección de Datos investiga tamaña osadía contra la intimidad peatonal y vecinal hemos podido conocer la existencia de esos dispositivos.

Y digo yo que siendo ésa la delegación que gestiona la Administración Pública –y por tanto a los funcionarios- y con tanta cámara grabando, cómo la consejera-cirujana Aguayo no ha detectado la presencia diaria en sus puertas de tanto peoncito mañanero perdiendo el tiempo. Todas las jornadas laborables, durante veinte minutos y hasta las ocho, un nutrido grupo de empleados públicos que –eso sí, ya han fichado- desarrollan con tranquilidad las labores propias para engrandecer Andalucía: hablan de fútbol, del fin de semana, ponen verde al jef@, se quejan del estrés, enlazan días de asuntos propios, wasapean... Mientras, son grabados por nueve cámaras. Es la nueva versión de Gran Hermano: Arapiles.

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