miércoles, 10 de octubre de 2012


“Quiero ser como Cebrián”

 
Uno de los primeros redactores-jefes que tuve quería ser como Juan Luis Cebrián. Lo que ocurría es que ni profesional ni literariamente este chico se aproximaba al, entonces, director de “El País”. Sí, ese diario progre-moderno-democrático que portaban, bajo el sobaco, todos los progres-modernos-democráticos que las mañanas de los domingos, en los años ochenta, salían de paseo en chándal y tenis. Si el fin de semana no te veían con “El País” es que eras facha. Así, al menos, le escuché decir a un fantástico socialista que llegó  a formar parte del Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Almería, para asombro de sus vecinos y amigos, que –erróneamente, como es lógico- pensaban que era muy simpático y dicharachero, pero medio lerdo.

Bueno,  a lo que iba. Era tal la fijación de este jefecillo con el maestro Cebrián que, lejos de estar a su altura profesional, acallaba el gusanillo imitando en nuestro diario las secciones, diseños, recursos y buenas ideas que de vez en cuando salían publicadas en “El País”. Aquella inconsciencia de “quiero ser como Cebrián”, duró, como dice Sabina, lo que “duran dos peces de hielo en un güisqui “on the rocks”, y al poco tiempo el imitador fue puesto en la calle, dejándonos en paz con sus semejanzas, parecidos y anhelos.

Recuerdo esta anécdota porque esta semana se ha confirmado que el imitado, Juan Luis Cebrián, ha despedido al 30% de la plantilla de “El País” abonando 20 días de salario por año trabajado, ha prejubilado a los mayores de 59 años y al resto le ha bajado el sueldo un 15%. Mientras, él cobra 13 millones de euros anuales como presidente del grupo Prisa. Pero, no contento con semejante atrocidad laboral e injusticia salarial, antes de poner en la calle a 150 trabajadores les dijo que "No podían seguir viviendo tan bien". Es cierto que se trata de una empresa privada, pero al igual que “El País” era el modelo a imitar, ahora sus decisiones también deben ser observadas con lupa.

Es curioso, pero un cuarto de siglo después de aquel afán por imitar al hoy millonario Cebrián se cumple ese deseo de ser como él. Eso sí, en lo malo; en echar a los periodistas a la calle con cuatro duros mal contados. El periodismo, en Almería y en España, está padeciendo una situación insostenible por culpa de todos, incluido nosotros mismos. En los últimos días, compañeros de varios medios provinciales han sido enviados al paro, en algunos casos mediante una planificada cascada de despidos y en otras por los lógicos acoples de plantillas, derivados de la crisis económica heredada de ZP.

Es imprescindible una reconversión en el sector de la información en la que modifiquen sus conceptos los propios actores de la comunicación, desde el más humilde redactor hasta los empresarios periodísticos como Cebrián. Sólo así pararemos la locura en la que se ha convertido gestionar la noticia. Algo va mal para la libertad de expresión cuando las funciones de 4.000 periodistas despedidos han sido asumidas por otros profesionales que nada tienen que ver con el quehacer informativo. Si ese intrusismo hubiese sido en Medicina o en Derecho, las cárceles estarían llenas.

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