viernes, 26 de octubre de 2012

Páginas de recurso


Los periódicos siempre han tenido bajo la manga de la autopublicidad un as para resolver cualquier incidencia de última hora que impidiera llevar a tinta impresa una información. El retraso en la llegada de una noticia, la tardanza en la confirmación de una sospecha informativa o, simplemente, la lentitud de un redactor para llegar a tiempo a la hora de cierre, se solucionaba con la página de recurso. Se trata de publicidad del propio medio o de cuestiones vinculadas a ese diario que, para el lector normal, pasa inadvertida. En mi época de director de periódico teníamos varios modelos de estas páginas de recurso porque había que suplir la escasa velocidad de los medios técnicos de la época y la puntualidad en el horario en el que arrancaba la rotativa. Por eso, rara era la semana en la que no teníamos que insertar un anuncio propio porque esa foto esperada no llegó o el redactor deportivo de turno se dormía en los laureles intentando confirmar qué jugador botó el último córner del partido.
El caso es que esos recursos siguen estando presentes en la prensa, a pesar de la rapidez de las redes de fibra óptica en las redacciones y los medios digitales. Es simplemente vergonzoso que de las 192 páginas que los tres periódicos provinciales editan cada día, el 12,52% de su superficie esté dedicado a la autopublicidad. Es decir, de los 3,00 euros que abonaría un lector comprando las tres cabeceras, 37 céntimos se pagan por leer promociones del propio periódico. Porque esas páginas de emergencia de antaño para cubrir huecos de noticias que no llegaron son ahora auténticos bazares de venta de objetos o servicios. Es como si al jefe de sección de un periódico le dijeran que para ganarse su, seguro, ínfimo sueldo tuviera que irse al mercadillo del Alquián para vender latas, relojes o tacitas para el café.
Las páginas de recurso son asquerosamente comerciales; queda demostrado que ya no es la noticia la que vende, sino el pañuelo de fantasía, la película de video de vaqueros o la rasera de cocina y queda patente que el lector ya no es lector, sino consumidor. Hace poco casi me peleo con un chico que despachaba en una gasolinera porque quería cobrarme el diario, más 2,90 euros por un reloj que daba asco verlo y que por pantalones decía que me lo tenía que llevar. Y es que en eso han quedado los periódicos, como herramienta de papel para colocar al cliente objetos absurdos, casi inútiles y que, por el contrario, dejan a la editora más beneficios que el propio medio. Mal vamos así, prensa de papel.

domingo, 14 de octubre de 2012


Un tonto por el Cañarete


Circulaba en animada conversión por el Cañarete cuando, de repente, en la pronunciada curva que bordea el antiguo Hotel La Parra nos topamos con un tonto solitario. Era tonto porque a nadie se le ocurre ir andando por la derecha en una carretera tan transitada, haciendo aspavientos como si discutiera con alguien y ¡lo más peligroso! en dirección a la capital. Ese tramo del Cañarete es, por los caprichos de las delimitaciones municipales, de Enix por lo que el lerdo caminante aún no había entrado en la ciudad.

¡Menos mal!, porque oí en la radio que en Almería ya no cabía un tonto más. Lo declaró un concejal del Equipo de Gobierno del Ayuntamiento, por lo que será verdad. Por eso, como buen ciudadano, creí que era necesario alertar a los dirigentes municipales de que un tonto más osaba sumarse a los ya existentes. Descarté informarles mediante el Facebook porque les subes fotos denunciando chapuzas callejeras o delitos flagrantes y no te hacen caso; tampoco quise contactar con Alcaldía, porque si pides una cita para hablar con Luis Rogelio en enero, llega octubre y aún se lo están pensando.

Así que, discurriendo qué hacer o no hacer llegué, hasta la rotonda de Bayyana. No lo dudé: yo mismo le diré al ceporro andarín del riesgo que corría al llegar a una ciudad saturada de lerdos como él.

Nada más frenar en el arcén, se acercaron varias chicas casi desnudas pensando que ya tenían medio jornal asegurado. No sé que hacen esas muchachas ahí, a la intemperie, que no están en los cursos de manualidades que la Junta organiza para la reinserción social. Al comprobar que sólo queríamos aparcar, se marcharon refunfuñando en “rumañol”, el nuevo dialecto que los lingüistas han detectado entre los inmigrantes.

Al rato vimos al bobo caminante aparecer por el arcén; ahora, gruñía a los coches y hacía como si los lidiara con un pañuelo lleno de mugre que llevaba en la mano. No hay duda; era necio del todo. Así que decidimos explicarle en primera persona que la ciudad estaba llena de tarugos, que se diera media vuelta y se marchara a otra villa con menos mentecatos por metro cuadrado.

El cara a cara con él fue terrible; su mirada perdida, su pelambrera pegajosa y sus ropas impregnadas por el olor a sudor rancio otorgaban al zoquete un aspecto espeluznante.

-¿Dónde vas? ¿No sabes que en Almería no cabe un tonto más?

Y el tonto, sin hablar, sacó de entre sus andrajos un cuaderno azul mientras juntaba, a ritmo, las puntas de los dedos queriendo dar a entender que sí, que había muchos. Y, con asombro, leíamos la primera página de su libreta: “Proyecto para la celebración del I Congreso de Tontos. Ayuntamiento de Almería. Palacio del Toyo”.

Joder con el ceporro. Tonto, pero no tanto.

miércoles, 10 de octubre de 2012


“Quiero ser como Cebrián”

 
Uno de los primeros redactores-jefes que tuve quería ser como Juan Luis Cebrián. Lo que ocurría es que ni profesional ni literariamente este chico se aproximaba al, entonces, director de “El País”. Sí, ese diario progre-moderno-democrático que portaban, bajo el sobaco, todos los progres-modernos-democráticos que las mañanas de los domingos, en los años ochenta, salían de paseo en chándal y tenis. Si el fin de semana no te veían con “El País” es que eras facha. Así, al menos, le escuché decir a un fantástico socialista que llegó  a formar parte del Equipo de Gobierno del Ayuntamiento de Almería, para asombro de sus vecinos y amigos, que –erróneamente, como es lógico- pensaban que era muy simpático y dicharachero, pero medio lerdo.

Bueno,  a lo que iba. Era tal la fijación de este jefecillo con el maestro Cebrián que, lejos de estar a su altura profesional, acallaba el gusanillo imitando en nuestro diario las secciones, diseños, recursos y buenas ideas que de vez en cuando salían publicadas en “El País”. Aquella inconsciencia de “quiero ser como Cebrián”, duró, como dice Sabina, lo que “duran dos peces de hielo en un güisqui “on the rocks”, y al poco tiempo el imitador fue puesto en la calle, dejándonos en paz con sus semejanzas, parecidos y anhelos.

Recuerdo esta anécdota porque esta semana se ha confirmado que el imitado, Juan Luis Cebrián, ha despedido al 30% de la plantilla de “El País” abonando 20 días de salario por año trabajado, ha prejubilado a los mayores de 59 años y al resto le ha bajado el sueldo un 15%. Mientras, él cobra 13 millones de euros anuales como presidente del grupo Prisa. Pero, no contento con semejante atrocidad laboral e injusticia salarial, antes de poner en la calle a 150 trabajadores les dijo que "No podían seguir viviendo tan bien". Es cierto que se trata de una empresa privada, pero al igual que “El País” era el modelo a imitar, ahora sus decisiones también deben ser observadas con lupa.

Es curioso, pero un cuarto de siglo después de aquel afán por imitar al hoy millonario Cebrián se cumple ese deseo de ser como él. Eso sí, en lo malo; en echar a los periodistas a la calle con cuatro duros mal contados. El periodismo, en Almería y en España, está padeciendo una situación insostenible por culpa de todos, incluido nosotros mismos. En los últimos días, compañeros de varios medios provinciales han sido enviados al paro, en algunos casos mediante una planificada cascada de despidos y en otras por los lógicos acoples de plantillas, derivados de la crisis económica heredada de ZP.

Es imprescindible una reconversión en el sector de la información en la que modifiquen sus conceptos los propios actores de la comunicación, desde el más humilde redactor hasta los empresarios periodísticos como Cebrián. Sólo así pararemos la locura en la que se ha convertido gestionar la noticia. Algo va mal para la libertad de expresión cuando las funciones de 4.000 periodistas despedidos han sido asumidas por otros profesionales que nada tienen que ver con el quehacer informativo. Si ese intrusismo hubiese sido en Medicina o en Derecho, las cárceles estarían llenas.

sábado, 6 de octubre de 2012


Doña Sofía, de nuevo, en una Almería inundada


La visita de la Reina Doña Sofía al Levante almeriense el 5 de octubre de 2012 para conocer en primera persona los desastres que dejó la tromba de agua de lluvia de hace una semana,  es la segunda de estas características en 39 años.

En 1973, siendo Princesa, Doña Sofía recorrió, junto a su marido el hoy Rey de España, la comarca almeriense del Levante, afectada muy gravemente por otras inundaciones que también ocurrieron en otoño. El viaje fue el domingo 21 de octubre de 1973 y en aquella ocasión, los Príncipes visitaron Albox y sobrevolaron el resto de la comarca, para comprobar los desperfectos que la gran riada había provocado en una amplia zona de la geografía provincial.

Casi cuatro décadas después el panorama es casi idéntico: desolación, daños estructurales, pérdidas en la agricultura, tal y como ocurrió el 19 de octubre de 1973 cuando Albox, Zurgena (que perdió el 50% de sus viviendas), Tíjola o Cuevas del Almanzora quedaron arrasadas por las aguas, al igual que gran parte de Adra.

La catástrofe se ha repetido y Doña Sofía vuelve a sobrevolar en helicóptero los mismos parajes que en la década de los setenta quedaron anegados. En aquel remoto 1973 acompañaron a la Princesa un sinfín de autoridades locales y nacionales, entre ellas los ministros de Agricultura, de Vivienda y de Relaciones Sindicales.

Recordemos que las inundaciones de 1973 afectaron –como las de 2012- a Almería, Málaga y Murcia, pero también las 36 horas de torrencial lluvia azotaron la costa granadina, donde hubo casi medio centenar de muertos.  En la provincia de Almería las inundaciones destrozaron las zonas habitadas y de cultivos de la cuenca del río Almanzora y de la desembocadura del río Adra. Se produjeron diez víctimas mortales en Zurgena, Vélez Rubio y Macael, así como varios heridos Además el agua ahogó a 8.000 animales de granja.

De aquella catástrofe se pudieron obtener conclusiones, mejoras estructurales, de infraestructura y resultados sociales, aunque los preventivos se han visto ahora como  muy insuficientes. Tras la riada, cómo no, la agricultura almeriense cambió de forma radical sus conceptos hasta plantear el actual modelo pionero en el mundo gracias, también, al vigoroso impulso crediticio que otorgó a los labradores afectados la recién nacida Caja Rural de Almería, hoy Cajamar.

14.230 días después, Doña Sofía vuelve a sobrevolar nuestra catástrofe.

martes, 2 de octubre de 2012


Profetas del “ya lo dije yo”

Por José Manuel Bretones



Tras el dolor y las lágrimas que las lluvias torrenciales del viernes 28 de septiembre trajeron al Levante almeriense, estoy repasando los periódicos locales de los días posteriores a otras catástrofes o situaciones de emergencia que se han vivido en la historia reciente de la provincia.

Después de inundaciones, riadas, temporales de viento, terremotos o derrumbes que se han cobrado vidas o han provocado en Almería pérdidas millonarias en bienes y haciendas, los diarios locales han publicado las lógicas reacciones oficiales y las valoraciones ciudadanas. Pues tras esas desgracias, siempre, han aparecido en sus páginas los “profetas del ya lo dije yo”; sujetos que con una autoestima insultante y sin pudor alguno predican sobre el barro del desastre y “recuerdan” que ya ellos adelantaron que lo que pasó iba a pasar.

Estos curiosos visionarios del pasado tenían hueco en la prensa local del siglo XIX, tras las inundaciones del 11 de septiembre de 1891, y han seguido copando espacio en el siglo XX. Ahora, con la tragedia reciente y el lodo de los pueblos del Levante aún por recoger, ya están saliendo estos “profetas del ya lo dije yo”. Sólo que en esta ocasión argumentan sus teorías pretéritas en un sinfín de normas, leyes y decretos de las administraciones local, central y autonómica para, como históricamente ha ocurrido, culpar del mal a los políticos y a los empresarios. No digo yo que unos y otros carezcan de responsabilidades en algunas cuestiones relacionadas con la prevención de las catástrofes, pero algo tendrá que ver también el resto de ciudadanos o administraciones…. También es verdad que, si fuera por algunos de estos profetas que llevan el ecologismo hasta la estupidez, los hombres vestiríamos todavía con taparrabos y nos colgaría una larguísima barba de color blanco.

En esta búsqueda en el papel prensa he encontrado, además, extrañas teorías matemáticas por las que, con las fechas de los desastres vividos en Almería sobre la mesa, afirman que cada 61 años la provincia vive un cataclismo meteorológico. El próximo debe ser en  el otoño del año 2073. Yo no es que quiera ser  como esos “profetas del ya lo dije yo”, pero supongo que para ese año no habrá aulas prefabricadas en los colegios, ya estará concluida la conexión a Málaga por autovía, las líneas de AVE con Madrid y Sevilla y, quizás, el soterramiento de las vías del tren. Dicho queda, porque, desde luego, no lo voy a ver.