miércoles, 18 de enero de 2012

Cartas al director

Hay dos secciones en los periódicos que me gustan mucho: las “cartas al director” y las “fe de erratas”. Bueno, tres; la de sucesos también, pero ésa es otra historia.
Las cartas al director siempre han sido la pócima mágica del medio para que sus lectores se conviertan en escritores y remitan quejas, réplicas, denuncias y –de vez en cuando- felicitaciones. Cuando empecé en esto del periodismo ya me alertaron de que había un director que se inventaba las cartas al director; es decir, se escribía a sí mismo a su periódico para –incluso- felicitarse por su línea independiente y democrática –valor en alza en esa época- y por su buen hacer social, periodístico y humano.
Hace 24 años, cuando yo dirigía “La Crónica”, a las cartas al director le dimos un empujoncito con alguna que otra triquiñuela…. En nuestro contacto verbal con los lectores que solían aparecer por la redacción para entregar en mano su sobre mecanografiado, generábamos entre ellos piques, réplicas y contrarréplicas. Claro, era entre los “escritores” habituales. “Mañana sale una carta de Fulanito de tal que está fenomenal”, les decíamos para tocarles la moral literaria ó “qué rápido ha respondido Zutanito a esta polémica…”  Así, para no ser menos, salían de la redacción directos a su máquina de escribir y de paso -ése era el auténtico objetivo- nos mantenían viva la sección con cartas de verdad.
Pero, no nos engañemos, las cartas al director siempre han sido el reducto literario del pobre para quejarse por el mal funcionamiento de un servicio público o privado, por el olvido municipal hacia su calle o para agradecer a tal o cual enfermera del hospital que le quitara los puntos de la operación mientras sonreía. Aún en su modestia –como las “fe de erratas” o las esquelas- las cartas al director han mantenido siempre un índice de lectura muy alto. Quizá por eso los editores se resisten a eliminarlas de las páginas de opinión.
Hace una década sufrieron una crisis existencial porque muy pocas personas se molestaban en escribir una carta al director y, además, cumplir con las absurdas exigencias de no sobrepasar veinte líneas a doble espacio, firmarla, adjuntar fotocopia del DNI, anotar su número de teléfono, dirección y, encima, estar en vilo porque el periódico podía “condensar o resumir aquellos textos que no se adecúen a las exigencias de espacio…”, como exigían las normas.
Por eso, me alegro del repunte que han pegado las cartas al director en la prensa regional: son ágiles, están tan bien escritas que parecen redactadas por un profesional del periodismo, abordan temas de tal actualidad que se publicaron en la edición del día anterior y, a juzgar por quienes las firman, sus autores son ciudadanos anónimos conmovidos por una noticia local, deportiva e incluso taurina: Juan López, José García, María del Mar Martínez, Antonio Pérez….  Un atisbo de esperanza, pues, hay en la profesión periodística: si por desgracia cada día se venden menos periódicos, por suerte, cada vez hay más cartas al director.

1 comentario:

  1. En realidad, las nuevas cartas al director son los comentarios, en los diarios que se permiten, en los que los lectores opinan sobre una noticia en concreto.

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