jueves, 26 de enero de 2012

La bufanda del alcalde

HE visto en fotografías de los periódicos y en imágenes de las televisiones locales que el alcalde de Almería ha asistido a varios actos oficiales provisto de una buena bufanda. Anudada con esmero a su cuello y a juego con el resto de su indumentaria, Rodríguez-Comendador prefirió presentarse ante los participantes del Encuentro Vecinal del día 10 de enero o retratarse con David Bisbal la noche del X aniversario de la OCAL provisto de su bufanda.

También la ha lucido en otros compromisos sociales y políticos, pero no vamos ahora a recordar su agenda -que para eso debería servir su desfasada web www.luisrogelio.es- y para eso está, y lo hacen muy profesionalmente, sus periodistas y fotógrafo del gabinete de prensa. Lo único que quiero destacar es que el alcalde se abriga con la prenda durante los días de frío; y hace muy bien, porque quien se pone bufanda es que va al fútbol o quiere evitar una afonía.

Quedarse sin habla tiene el riesgo, como dice el refranero, de que Dios no te escuche o, aún peor, que no te entienda. Un alcalde sin voz es como si la ciudad quedara muda; un alcalde afónico queda a expensas de las garras verbales de sus oponentes, siempre ávidos de atacar por el flanco más débil. Ya le pasó hace tres años en un pleno al alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, quien, afónico por un refriado, debió beber agua hasta en una decena de ocasiones para poder defender sus decisiones políticas ante la oposición, especialmente agresiva en esa sesión.

Claro que la bufanda de Luis Rogelio no podrá impedir que un virus teledirigido deje sin voz a otros alcaldes en el Parlamento Andaluz. Las intenciones del partido gobernante de prohibir el acceso a la Cámara regional a políticos que ostenten una alcaldía es un mal más dañino que aquella "terrible" "gripe A", que sólo logró tumbar temporalmente a un grupillo de diputados, casi todos de izquierdas. En el Congreso, los primeros en caer fueron los socialistas Juan Luis Rascón y Hugo Morán mientras que a los del PP no les afectó mucho porque, como confesó Celia Villalobos, los populares "son más resistentes".

Para esa medida coercitiva contra los alcaldes que desean ser parlamentarios no hay bufanda con la que protegerse y, al margen de su posterior constitucionalidad o no, encierra la maldad del mal perdedor de querer cambiar las reglas de juego cinco minutos antes de empezar el partido. Es evidente que, en política, hay algo mucho más dañino que la afonía: creer que tu voz es la única y actuar conforme a ello.

miércoles, 25 de enero de 2012

Almería reclama sus infraestructuras en años bisiestos

Los bisiestos son años peculiares, no ya porque tienen un día más, sino porque se recuerdan de forma distinta. Tanto, que los nacidos en esta jornada de 24 horas adherida al calendario han creado una asociación que los agrupa y que se denomina “El club mundial de los bisiestos”. Es raro nacer, morir o contraer matrimonio en una fecha que sólo se repite cada cuatro años, pero la historia de Almería también se escribe con acontecimientos ocurridos en años bisiestos. Es casualidad que se haya firmado el convenio del soterramiento en año bisiesto, como bisiesto fueron los años en los que Almería reclamó con mayor fuerza la llegada del ferrocarril a la ciudad.
En el año 1880, el 29 de febrero cayó en domingo por lo que la clase política y social descansaba. No obstante, la prensa de la época utilizó ese día como argumento para criticar la tardanza en adjudicar la subasta de la línea férrea de Linares a Almería: “¿A qué se espera?” -se cuestionaba “La Crónica Meridional”- “¡Ahora o nunca!. La provincia espera esto con ansia, acabemos de una vez. Acabe de una vez tanto entorpecimiento y tanta traba y salga la provincia de su encantamiento parqa sabe en definitiva a qué atenerse hoy que no encuentra más que ruina en sus comarcas, hambre en los pueblos y sed de trabajo en todos los jornaleros…”.
En 1908, hace un siglo y 4 años, el 29 de febrero fue la fecha elegida por una delegación de políticos almerienses, encabezados por el alcalde Eduardo Pérez, para regresar de Madrid donde exigieron a las autoridades nacionales mayor atención a la provincia porque se consideraba “la cenicienta de España”.Sin ánimo de comparar, fue una comitiva similar a la que hace unos días se desplazó a la capital de España para rubricar el soterramiento del tren.
Curiosamente también las infraestructuras, pero en este caso marítimas, centraron la actualidad almeriense del 29 de febrero de 1912, hace 100 años. La desaparición del vapor-correo diario que realizaba el trayecto entre Almería y Melilla originó una movilización de ciudadanos que, bajo la convocatoria de un mitin, pedían el restablecimiento de la conexión. “La Crónica Meridional” editorializaba así: “Cuando los pueblos son fuertes como nosotros queremos que lo sea Almería, no hay que reclamar del poder público gracia sino justicia y esta se pide, se exige, no se ruega o se suplica. Es una excelente idea organizar un mitin para pedir el establecimiento del vapor-correo diario con Melilla. Es una actitud de viril energía que los elementos vivos del país reclamen para la prosperidad de Almería todo aquello a que se tiene derecho”.
De igual modo, en 1964 –también bisiesto- los ciudadanos comprobaron cómo sus exigencias por tener aeropuerto –inaugurado dos años después- serían realidad.

TRAGEDIAS

En 1888, también bisiesto, Almería sufrió un fuerte temporal de lluvia y nieve. Ese 29 de febrero se evaluaban, como se podían, las consecuencias de la catástrofe y destaca un auto del gobernador civil ordenando a los alcaldes de varias localidades almerienses a resolver el problema del derrumbe de las escuelas: “Habiendo tenido el gobernador conocimiento de que a consecuencia de los últimos temporales de lluvias y nieves se habían cerrado las escuelas públicas de Fondón y Enix, por el estado ruinoso de los edificios, ha ordenado a los alcaldes de dichos pueblos que proporcione, en el precioso término de ocho días, locales-escuelas a fin de que no sufra retraso alguno la enseñanza primaria.”
El último bisiesto del siglo XIX fue el año 1896. Debería haber sido el año 1900 pero cuando el papa Gregorio XIII decretó el calendario moderno de los bisiestos incluyó que no lo serían los años centenarios, excepto los que podían ser divisibles por 400. Por ello, 1900 no fue bisiesto pero el año 2000 sí. Pues en 1896 el 29 de febrero se supo en Almería que un ilustre paisano nuestro, el escritor de Gérgal, José Antonio Julián Montero y Vidal fue nombrado gobernador civil de la provincia de Santa Clara, en Cuba. Un almeriense que ya había desempeñado otras funciones administrativas en la isla y en Filipinas. Montero y Vidal fue autor de siete libros sobre las Islas Filipinas y otros temas; en 1891, la Reina Regente María Cristina le concedió la Cruz de Oro de 3ª Clase de la Orden del Mérito Militar y fue
Miembro de la Real Academia de la Historia.
En cambio, en la Almería del primer año bisiesto del siglo XX, 1904, las actuaciones y representaciones comenzaban a llegar. Pese a que el 29 de febrero de 1904 era lunes, los almerienses tuvieron la oportunidad de elegir un concierto del tenor Cecilio de Urgoiti, en el Café Suizo, o una representación en el Teatro Variedades de zarzuela a cargo de la compañía de Guardón y Nadal, que ofrecieron temas como “El puñao de rosas” o “La corría de toros”.
Cuatro años más tarde, en el bisiesto 1916, el Ayuntamiento de Almería publicó las tasas aprobadas para quienes quisieran circular por el Paseo durante las fiestas del Carnaval. Los archivos guardan, casi un siglo después, que aquel impuesto “sobre carruajes” obligaba a pagar cinco pesetas a los propietarios de coches de caballos, diez pesetas a los que condujeran un vehículo a motor “por llevar tartanas diez pesetas; por carrozas, quince y caballerías con montura, tres pesetas”.
También los precios fueron protagonistas del 29 de febrero de 1920, cuando la prensa de la época –en concreto “El Día”- hacía referencia a la visita diaria que realizaban los periodistas al despacho del gobernador civil para recabar información de la provincia. “En la visita a la primera autoridad nos manifestó que no ocurría nada de particular en la provincia y nos dijo que sólo tenía una noticia local: que desde el 1 de marzo se venderá el aceite por los detallistas del comercio al precio de setenta y cinco céntimos el medio litro”.
También de economía doméstica nos vienen las noticias del bisiesto 1924. Los diarios provinciales publicaron la relación de precios de la venta de pescado fresco, sobre todo por el cambio de coste que había supuesto el temporal que azota a la provincia. Como dato curioso, hace 84 años en el mercado central un kilo de pescada costaba 2 pesetas el kilo; 1 peseta un kilo de langostinos; la bacaladilla 60 céntimos; la bacaladilla 1,20 pts. o el cazón 1,5 pts.
Cuatro años más tarde, en 1928, el 29 de febrero se convocó reunión de la comisión Permanente del Ayuntamiento de Almería para abordar distintos asuntos. Quizás el más importante fue el auto del Tribunal Provincial de lo Contencioso Administrativo obligando al Consistorio a modificar el presupuesto del año anterior porque no incluyó un crédito solicitado al vecino José Pérez López. También el alcalde tuvo que hacer frente a la dimisión del sepulturero municipal, al pago de 85 pesetas por la compra de mil kilos de cargos y dio lectura a una carta de Eduardo Díaz de Mendoza agradeciendo que la ciudad dedicara una calle a su esposa. También tenía carácter municipal la información del bisiesto 29 de febrero de 1932, cuando el alcalde de la ciudad suspendió la sesión ordinaria por las numerosas ausencias de concejales. Tan pocos asistieron que el presidente de la Corporación tuvo que levantar la reunión. Esta decisión provocó que el grupo socialista, autodefinido como minoritario, emitiera un comunicado explicando que ellos sí asistían a las convocatorias “salvo causas de fuerza mayor justificadas”.
El último bisiesto antes de la Guerra Civil fue precisamente el año que estalló. El 29 de febrero de 1936 Almería vivió un temporal de frío que provocó –según reflejaba La Crónica Meridional-enfermedades, un sinnúmero de catarros y afecciones gripales”. 


Almerienses centenarios de un año bisiesto

Hace justo un siglo, “el juzgado municipal” era el encargado de inscribir a los nuevos almerienses y a quienes fallecían. Aunque el 29 de febrero de 1908 fue sábado en las actas figuran varias personas que nacieron en la capital y que pudieron ser inscritas. Hoy, tendrían 104 años. Se trata de María de la Aurora Hernández Muley; Antonio Morilla Alonso; Carmen Roca Fernández y María Fernández Gómez. Del mismo modo, fallecieron en Almería Francisco García Cantón; Emilia Moya Iniesta y María Josefa Hernández Rodríguez. Finalmente, como dato curioso, los matrimonios que se inscribieron en ese sábado 29 de febrero, de hace justo un siglo fueron: Juan Vega García con Manuela Castillo Pardo; Juan Román Donaire con Josefa Herrada Hernández; Manuel Palenzuela Martínez con Carmen Segura Blanes; Manuel Flores Rodríguez con Josefa Segura Cazorla; José Ramón Andujar con Francisca López Ramos; Francisco Cruz Ruiz con María de la Aurora Mullor Mullor y Antonio Ramón Esteban con Rosa Ramón Mayoral.

miércoles, 18 de enero de 2012

Cartas al director

Hay dos secciones en los periódicos que me gustan mucho: las “cartas al director” y las “fe de erratas”. Bueno, tres; la de sucesos también, pero ésa es otra historia.
Las cartas al director siempre han sido la pócima mágica del medio para que sus lectores se conviertan en escritores y remitan quejas, réplicas, denuncias y –de vez en cuando- felicitaciones. Cuando empecé en esto del periodismo ya me alertaron de que había un director que se inventaba las cartas al director; es decir, se escribía a sí mismo a su periódico para –incluso- felicitarse por su línea independiente y democrática –valor en alza en esa época- y por su buen hacer social, periodístico y humano.
Hace 24 años, cuando yo dirigía “La Crónica”, a las cartas al director le dimos un empujoncito con alguna que otra triquiñuela…. En nuestro contacto verbal con los lectores que solían aparecer por la redacción para entregar en mano su sobre mecanografiado, generábamos entre ellos piques, réplicas y contrarréplicas. Claro, era entre los “escritores” habituales. “Mañana sale una carta de Fulanito de tal que está fenomenal”, les decíamos para tocarles la moral literaria ó “qué rápido ha respondido Zutanito a esta polémica…”  Así, para no ser menos, salían de la redacción directos a su máquina de escribir y de paso -ése era el auténtico objetivo- nos mantenían viva la sección con cartas de verdad.
Pero, no nos engañemos, las cartas al director siempre han sido el reducto literario del pobre para quejarse por el mal funcionamiento de un servicio público o privado, por el olvido municipal hacia su calle o para agradecer a tal o cual enfermera del hospital que le quitara los puntos de la operación mientras sonreía. Aún en su modestia –como las “fe de erratas” o las esquelas- las cartas al director han mantenido siempre un índice de lectura muy alto. Quizá por eso los editores se resisten a eliminarlas de las páginas de opinión.
Hace una década sufrieron una crisis existencial porque muy pocas personas se molestaban en escribir una carta al director y, además, cumplir con las absurdas exigencias de no sobrepasar veinte líneas a doble espacio, firmarla, adjuntar fotocopia del DNI, anotar su número de teléfono, dirección y, encima, estar en vilo porque el periódico podía “condensar o resumir aquellos textos que no se adecúen a las exigencias de espacio…”, como exigían las normas.
Por eso, me alegro del repunte que han pegado las cartas al director en la prensa regional: son ágiles, están tan bien escritas que parecen redactadas por un profesional del periodismo, abordan temas de tal actualidad que se publicaron en la edición del día anterior y, a juzgar por quienes las firman, sus autores son ciudadanos anónimos conmovidos por una noticia local, deportiva e incluso taurina: Juan López, José García, María del Mar Martínez, Antonio Pérez….  Un atisbo de esperanza, pues, hay en la profesión periodística: si por desgracia cada día se venden menos periódicos, por suerte, cada vez hay más cartas al director.

Más sobre el edificio del 18 de Julio

Las últimas noticias sobre el antiguo sanatorio del “18 de Julio” han devuelto a la actualidad a este peculiar inmueble, cerrado desde 2001.
No obstante, el edificio por si mismo tendría que haber sido noticia en el otoño de 2007 porque se cumplió el LX aniversario de la colocación de su primera piedra. El acto tuvo lugar en 1947 y sirvió para que el contratista de las obras, Juan José de las Heras Salmerón, iniciara los trabajos de construcción según el proyecto conjunto de los arquitectos Guillermo Langle Rubio y Antonio Góngora Galera. El aparejador contratado por la Delegación Nacional de Sindicatos de Falange Española fue Liborio Domínguez García.
Si en la actualidad el edificio lleva cerrado casi siete años y sufre distintos problemas de índole administrativo y de competencias institucionales, cuando fue proyectado en los años cuarenta también experimentó retrasos, modificaciones y recortes de presupuesto.
Falange Española, mediante su delegación provincial, planeó su construcción en 1943 pero cuando la propuesta llegó al despacho del delegado nacional, éste limitó el gasto de la obra y retrasó el proyecto. De los 3,5 millones de pesetas previstos en 1943 para la construcción, en Madrid situaron el tope presupuestario en 2 millones y hasta el 28 de noviembre de 1946 no firmaron los correspondientes certificados de autorización.
La Delegación Nacional de Sindicatos, según recoge Alfonso Ruiz García en su libro “Arquitectura, vivienda y reconstrucción en la Almería de posguerra”, “planificó” que la ciudad de Almería “por su escaso desarrollo económico nunca tendrá sueldos altos y difícilmente el Seguro de Enfermedad presentaría superávit”. Por ello, el proyecto de 1943 quedó reducido a la construcción de una “policlínica sencilla con capacidad para 15 ó 20 camas, aunque solicitando al Instituto Nacional de Previsión la instalación de un sanatorio capaz para la ciudad de Almería”; éste sería posteriormente “la Bola Azul”.
El proyecto final del “18 de Julio” contempló una superficie útil de 2.400 metros cuadrados en tres plantas. Los terrenos habían sido alquilados por la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura al Ayuntamiento de la capital para la construcción del sanatorio y no para otro uso. Además, se firmó un contrato de arrendamiento por 99 años y un pago simbólico anual de 10 céntimos el metro cuadrado. Por ello, la idea surgida en Madrid de construir casas baratas alrededor del centro médico no pudo llevarse a cabo. Así, al reducirse el tamaño del sanatorio en el espacio sobrante se plantó el jardín que, aunque descuidado y casi salvaje, aún puede observarse en el contorno del edificio.
El acto de colocación de la primera piedra del centro médico tuvo lugar a las doce y media de la mañana del quince de octubre de 1947. Tal y como recoge la prensa de la época, al solar junto al cauce de la Rambla se desplazaron todas las autoridades civiles, militares y religiosas de la provincia. Los terrenos fueron bendecidos antes de que el delegado provincial de Sindicatos y el resto de autoridades, cogieran pico y pala y efectuaran el simbólico acto de hacer un agujero y depositar la primera piedra. Allí estuvieron el alcalde de la ciudad, Manuel Viciana González o el recién nombrado presidente de la Diputación, Lorenzo Gallardo Gallardo.

Evoca la estética arquitectónica italiana

Desde el punto de vista arquitectónico, la fachada del edificio del sanatorio del “18 de Julio” muestra la tradicional composición del pabellón encuadrado entre dos cuerpos laterales saliente. Según Alfonso Ruiz García la fachada del inmueble “aparece a manera de arco de triunfo, con pilares recorriendo las dos plantas, en un esquema similar a la fachada de la delegación nacional de Sindicatos del arquitecto Francisco Cabrero, ubicada en el Paseo del Prado de Madrid”.
Las referencias a las construcciones italianas son evidentes en el edificio del “18 de Julio”. El arquitecto almeriense Antonio Góngora tenía especial interés en resaltar dicha estética, más aún cuando de forma regular recibía publicaciones con las nuevas obras construidas en Italia, cuyo máximo exponente fue la fachada de la Universidad de Roma, levantada en 1932. De los arquitectos del “18 de Julio” indicar que Góngora Galera –nacido el 14 de octubre de 1911- obtuvo su titulación universitaria en 1940, algo más tarde de lo previsto por culpa de la Guerra Civil y sólo unos años después ya diseñaba los principales edificios de la Almería franquista. Por su parte, Langle Rubio – nacido en diciembre de 1895- consiguió su titulación en 1923.
Del mismo modo, la fachada principal del sanatorio almeriense tiene connotaciones del edificio central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, diseñado por Miguel Fisac en 1943.


Múltiples proyectos y una realidad: cerrado y en ruinas

Su último uso fue ambulatorio de especialidades, pero prestó servicio como sanatorio y hospital. De hecho, muchas madres almerienses de principios de los años sesenta fueron al “18 de julio” a dar a luz y en sus escasas veinte habitaciones decenas de bebés vinieron al mundo. Desde que en el año 2001 el actual edificio del “18 de julio” dejara de prestar servicio ha sido objeto de distintos proyectos y usos. Durante la campaña electoral a las Elecciones Locales de 2004 se habló de levantar sobre su solar un moderno edificio para oficinas municipales. Posteriormente la Junta de Andalucía  -como inquilina- pensó en derruirlo y edificar un consultorio de medicina de familia, otro de pediatría, un centro de planificación familiar y un área de rehabilitación. También se dijo que irían las oficinas del distrito sanitario Almería-Centro además de un área de Coordinación de Atención al Ciudadano y la Unidad de Atención al Profesional. Incluso el Gobierno andaluz dijo que iba a invertir casi tres millones de euros en estas instalaciones.
En abril de 2006, el Ayuntamiento anunció que no descartaba “ocupar” el edificio porque éste no prestaba servicio público alguno. Hasta el Boletín Oficial del Estado (BOE) del 11 de octubre de 2006 publicó el concurso para la redacción del proyecto de demolición del antiguo inmueble y para el proyecto de ejecución del nuevo centro sanitario. El paquete de actuaciones contaba con un presupuesto base de licitación de 248.650 euros.

martes, 10 de enero de 2012

Mini “tour” por el casco viejo

Hubo una vez un concejal de Tráfico en la capital, allá por los años ochenta, que tuvo la feliz idea de cambiar de sentido varias calles del casco histórico. Es verdad que el tráfico rodado no era el de hoy, pero la ciudad ya tenía un parque de vehículos considerable y cualquier modificación provocaba quebraderos de cabeza a los conductores, atascos y horas extras de aquella Policía Municipal que se comunicaba con los rudimentarios y ruidosos “walkitalki” fabricados en la empresa almeriense “Intal”.
El caso es que el edil pensó que la calle Antonio Vico tenía que alterar el sentido de la circulación y, ni corto ni perezoso, ordenó a dos funcionarios que cambiaran las señales para prohibir lo que siempre había estado permitido. El resultado fue tan nefasto como divertido; los coches accedían por Navarro Darax, Plaza del Monte, Hernán Cortes y calle de las Tiendas y terminaban en el mismo lugar por donde habían entrado, ya que la Plaza Marín también cortaba la llegada a la calle Real. Era como si dieran una vuelta a la manzana, emulando el ruedo donde el ínclito concejal cortó dos orejas y rabo por su maravillosa gestión. Aquello, claro, lo tuvieron que modificar deprisa y corriendo y dejarlo como estaba, con el consiguiente pitorreo social, poco aprovechado –todo hay que decirlo- por una oposición inexperta y apabullada por el rodillo.
Me he acordado de esta historia porque anoche vi cómo unos operarios pintaban señales nuevas para cambiar el sentido de la circulación de las calles que acceden a la Plaza Virgen del Mar y cómo la Policía Local redirigía el tráfico de los conductores despistados por un cambio que les pilló de improviso, que hace de doble dirección una calle que siempre estaba colapsada cuando era de dirección única y que aumenta el número de señales de “stop”. Ignoro qué tiene el casco histórico para que todos los responsables de tráfico lo utilicen como conejillo de indias, aunque alguno –todo hay que decirlo- sí ha acertado con sus medidas. Pero hay cosas con tan poco sentido como que la calle Real tenga un tramito peatonal, otro ascendente y otro descendente; que la Plaza Bendicho –casi toda ella zona de aparcamiento reservado para funcionarios, ediles y curas- aún no sea toda peatonal o que para acceder al Paseo desde la Plaza Marqués de Heredia – un giro de 50 metros por Lachambre- sea necesario dar un rodeo por las calles Conde Ofalia, Padre Luque, San Pedro, Antonio González Egea, Martínez Almagro, Virgen del Mar, General Segura y, por fin, el Paseo. Eso sí, ese paseíto en coche de no menos de siete minutos tiene la ventaja de que es un mini “tour” por el casco viejo de la ciudad que, como dicen los autobusillos de la línea 1, “nos encantará”.