Una de las cosas más raras que me encargaron, siendo director de un medio de comunicación, fue redactar, diseñar e imprimir un periódico especial para el rodaje de una película. Fue en 1992 y recuerdo que cuando me telefonearon desde la productora de Pedro Almodóvar para cerrar el acuerdo, a mi amigo y antiguo compañero Eduardo Simón y a mí nos subió un gusanillo por el cuerpo, mitad responsabilidad y mitad morbo por “salir” en “Acción Mutante” , la película de Álex de la Iglesia.
El caso es que cuando nos llegó el material gráfico para elaborar la primera página que aparecería en pantalla leímos la sinopsis de la película. Se trataba de las acciones vandálicas de una extraña mezcla de seres deformes y colonias espaciales donde se cantaban canciones de Massiel y se abastecían con cargueros espaciales que transportaban palitos de merluza.
Los dos nos partimos de risa: la extraña banda terrorista –llamada “Acción Mutante”- estaba formada por seres monstruosos que se vengaba a tiros y bombazos de los ciudadanos “pijos”, ricos o guapos. La banda sonora era del grupo madrileño “Def Con Dos” y, una vez estrenada, “Acción Mutante” fue un éxito; la película, incluso, obtuvo tres premios Goya.
Evoco esta anécdota porque el film se rodó a principio de los años noventa, pero la acción se desarrollaba en 2012. Un lejano año desde aquella perspectiva temporal, en el que se suponía que –como en la película- en pleno siglo XXI habría seres humanos con capacidad regenerativa de sus tejidos, minusválidos con sillas de ruedas anti gravedad, sujetos híbridos dotados de fuerza extraordinaria y que los comunistas estaban reducidos a enanos jorobados, con tendencias masónicas y homosexuales. Así eran los personajes de la película; nada parecidos –afortunadamente- a los de la sociedad actual, si exceptuamos que el líder era un ciudadano super inteligente, muy culto, con acceso a toda la información y que a pesar de su metro y medio de altura administraba a sus súbditos con precisión y perspectivas de futuro.
Pero, a lo que voy. Cuando vivíamos en las décadas de los setenta u ochenta, pensábamos que en el siglo XXI los platillos volantes sustituirían a los Seat, los toreros serían robots, comeríamos pastillas de colores en lugar de huevos fritos con ajos y media humanidad estaría desperdigada por tres o cuatro planetas del sistema solar, Plutón incluido. Y, ya ven, estamos en 2012 y seguimos echando gasolina a los coches, merendando en la Plaza de Toros, almorzando pollo con patatas y… eso de comprar una parcelita en Marte, como que no, que luego el Euribor sideral se dispara y la hipoteca se convierte en astronómica.
El caso es que cuando nos llegó el material gráfico para elaborar la primera página que aparecería en pantalla leímos la sinopsis de la película. Se trataba de las acciones vandálicas de una extraña mezcla de seres deformes y colonias espaciales donde se cantaban canciones de Massiel y se abastecían con cargueros espaciales que transportaban palitos de merluza.
Los dos nos partimos de risa: la extraña banda terrorista –llamada “Acción Mutante”- estaba formada por seres monstruosos que se vengaba a tiros y bombazos de los ciudadanos “pijos”, ricos o guapos. La banda sonora era del grupo madrileño “Def Con Dos” y, una vez estrenada, “Acción Mutante” fue un éxito; la película, incluso, obtuvo tres premios Goya.
Evoco esta anécdota porque el film se rodó a principio de los años noventa, pero la acción se desarrollaba en 2012. Un lejano año desde aquella perspectiva temporal, en el que se suponía que –como en la película- en pleno siglo XXI habría seres humanos con capacidad regenerativa de sus tejidos, minusválidos con sillas de ruedas anti gravedad, sujetos híbridos dotados de fuerza extraordinaria y que los comunistas estaban reducidos a enanos jorobados, con tendencias masónicas y homosexuales. Así eran los personajes de la película; nada parecidos –afortunadamente- a los de la sociedad actual, si exceptuamos que el líder era un ciudadano super inteligente, muy culto, con acceso a toda la información y que a pesar de su metro y medio de altura administraba a sus súbditos con precisión y perspectivas de futuro.
Pero, a lo que voy. Cuando vivíamos en las décadas de los setenta u ochenta, pensábamos que en el siglo XXI los platillos volantes sustituirían a los Seat, los toreros serían robots, comeríamos pastillas de colores en lugar de huevos fritos con ajos y media humanidad estaría desperdigada por tres o cuatro planetas del sistema solar, Plutón incluido. Y, ya ven, estamos en 2012 y seguimos echando gasolina a los coches, merendando en la Plaza de Toros, almorzando pollo con patatas y… eso de comprar una parcelita en Marte, como que no, que luego el Euribor sideral se dispara y la hipoteca se convierte en astronómica.
Pues claro que creo en Acción Mutante, por lo pronto yo me he mutado del 92 al 2012. Tenía 30 años y ahora... tenía pelo y ahora... era padre y ahora ¡casi abuelo!
ResponderEliminar...y en cuanto al lider de metro y medio que administra a sus súbditos con precisión y pespectiva de futuro... ¡menudo cabrón!. Nos ha metido, con mucha precisión, en una crisis con buenas pespectivas de futuro ya que tiene todas las premisas para seguir aumentando.
Como dijo el otro... ¡Que Dios nos pille "confesaos". Necesitamos una regresión de la "Acción Mutante"
Santi Plaza.
Me agrada que saques del baúl de los recuerdos esta anécdota.
ResponderEliminarMe acuerdo perfectamente de esos días. Todavía conservo un ejemplar. Por cierto, vaticinamos que ya no existiría la peseta y acertamos. La sustituimos por ecus que, por aquel entonces era el nombre que se había buscado para la futura moneda europea; al final se cambiaría por euro, por aquello de que a los alemanes "ecus" les sonaba igual que vaca. Sólo nos pedían la portada. El resto del cuadernillo nos lo inventamos. Recuerdo que Antonio Martínez hizo un fotomontaje y puso a un bebé gigante en la Plataforma solar de Tabernas.
Fue una de las pocas cosas divertidas y agradables que pudimos publicar en El Caso.
Qué tiempos aquellos, en los que pasábamos más tiempo en la redacción que en casa.
Un abrazo. Eduardo Simón