lunes, 12 de diciembre de 2011

Muchas ganas de no hacer ná

Un día llegó a la casa un notificador de los juzgados. Ésos que, en los años ochenta, los vecinos de los barrios conflictivos de las grandes ciudades expulsaban a pedradas. Y vino para dejarnos en el buzón, porque subir a un segundo piso con ascensor suponía mucho esfuerzo, la  citación para un familiar. Le instaba a presentarse en uno de los juzgados justo al día siguiente y a una hora exactísima, bajo amenazas legales y reprimendas jurídicas en caso de no hacerlo. Todo correcto, salvo que la citación de esta “Justicia express” venía a nombre de un familiar fallecido hace más de quince años. “No lo sabrán, pensé, mientas bajaba el Paseo con el papel y la documentación que demostraba la imposibilidad de la comparecencia”.  Llevaba todo bien metido en una carpetita azul con gomillas, de ésas que siempre llevan en la mano los sin papeles para –supongo- guardarlos cuando se los den.
El caso es que al llegar a mi destino tuve que esperar un buen rato; la señora o señorita de la dependencia no había tomado posesión aún de su silla y revoloteaba, cual Gaviotín Lagunero, entre las mesas vacías de la habitación al compás del ring ring de los teléfonos. Cuando al fin osó atenderme y le expliqué el caso me respondió en segundos, con una frialdad e indiferencia que, pese al largo tiempo transcurrido, cuando lo recuerdo aún me provocan escalofríos. Me tuve que alegrar el día cantando “Herencia gitana”, de Ángela Molina; esa canción que dice que heredó de sus padres “Muchas ganas de no hacer "ná".
El caso es que he refrescado aquella vivencia cuando he leído en el periódico la noticia sobre la concentración de protesta de un grupillo de trabajadores de la nueva Ciudad de la Justicia. Instados por el mando sindical, se quejan de la distribución que han hecho sus jefes de los aparcamientos gratuitos en la carretera de Ronda. ¡Estoy con vosotros y vosotras, compañeros y compañeras…!
En una provincia con más del treinta por ciento de desempleo, con miles de familias comiendo de la caridad, con autónomos que cierran cada día su pequeño comercio ahogados por los impagados y con padres y madres con prestaciones ínfimas, la mejor prueba de solidaridad social es manifestarse en la calle –ahí, donde lo ve todo el mundo- porque no tienen plaza de aparcamiento gratis mientras trabajan. Con dos pares… Estas cosas se deberían arreglar en las cocinas de las administraciones y las concentraciones públicas dejarlas para, por ejemplo, protestar contra el atropello al ciudadano por citarlo para un juicio para dentro de dos años y medio… pero, claro, como de eso nadie tiene la culpa ¿contra quién se manifiestan?.

1 comentario:

  1. Antes había la casta de los ricos y los pobres.
    Cada una vivía en su mundo, y el rico ni se enteraba ni comprendía al pobre.

    En estos últimos años han surgido algunas casta más, la de los políticos, la de los funcionarios y alguna que otra (pilotos, controladores,... ), que viven fuera de la realidad que pasa al ciudadano corriente.

    Se habrá luchado mucho en estos años por la igualdad, pero cada vez hay más castas de privilegiados fuera de la realidad.

    ResponderEliminar