lunes, 27 de junio de 2011

El efecto Robin Hood

Hasta hace un ratillo, que he vuelto del "Foro d Almería" de "Diario de Almería", en el que ha intervenido el consejero delegado de la compañía aérea "Air Nostrum", el valenciano Carlos Bertomeu, desconocía lo que era el "Efecto Robin Hood".
Desde hace años vengo escuchando hablar -al principio a los ecologistas, después a los verdes que se asociaron con Izquierda Unida y ahora a todo el mundo- del malvado "Efecto Invernadero". En varios anuncios publicitarios en televisión escuché y vi con verdadero interés profesional los anuncios que presentaban los argumentos del "Efecto Sanex", ese desodorante que te enloquece hasta llegar a besar el sobaco de una señora, aunque no sea la tuya. Incluso se que en biología está catalogado un "Efecto Fundador". No, no se trata de la reacción que provoca en el cuerpo de los honrados trabajadores del sector primario el leñazo de coñá que se meten por la mañana, sino de las "consecuencias derivadas de la formación de una nueva población de individuos a partir de un número muy reducido de éstos". Hasta puede que les reconozca que, toqueteando el Photoshop, me suene el "Efecto Lomo". Es una de las muchas opciones de este programa informático, que permite convertir -por ejemplo y con todos mis respetos- la foto del Tío de la Manta que saca hoy Diario de Almería en Shakira, bailando el waka-waka en el Estadio de los Juegos Mediterráneos, y eso que no vino.
Pero, a lo que iba, el señor Bertomeu nos explicó con cifras, datos, frecuencias y coletillas que, en definitiva, el "Efecto Robin Hood" es que usted quiera ir en avión a Madrid, en su empresa aérea, y el billete le cueste seiscientos euros. Más o menos, es así: mezclado con estadísticas de ocupación, frecuencias de vuelo, coste, población piramidal, mercado y alojamiento de la tripulación, el "Efecto Robin Hood" es pagar un pastón por ir a Madrid, otro por volver y que, encima, no te den el periódico del día porque vale cincuenta céntimos.
Yo seré corto de luces, pero éso es lo que entendí de la larga y muy documentada respuesta de Bertomeu -y tiene cachondeo el asunto- a la pregunta formulada por el presidente de la federación de murgas, comparsas y chirigotas, Nicolás Castillo. Ya saben, Robin Hood ya no es el hábil arquero defensor de los pobres, como ha sido toda la vida, sino el desgraciao que no baja los precios a los vuelos desde Almería. Y va para rato porque, según el director y guionista Francesc Bellmunt, "Robin Hood nunca muere". 

lunes, 20 de junio de 2011

¿San Juan o San Indalecio?

Uno de los regalos que hice durante la pasada Navidad fue un calendario de sobremesa, de esos que tu mismo te fabricas en una página de Internet y que tienen un muellecillo para ir pasando páginas. Son tan versátiles que -si lo deseas- puedes incluir las imágenes que quieras para ilustrar cada mes; así, el amigo de los animales puede poner un pajarito en abril, un tortuguita que languidece en una hectárea de cultivo en la hoja del mes de julio o un buitre leonado en la del mes de mayo. Hay quienes ponen fotos de sus suegras, del presidente de su comunidad de vecinos o de su perra miccionando en una farola; yo no soy tan original y coloqué imágenes graciosas de mis dos hijos. Pero -como digo- estos calendarios son tan flexibles que en cada uno de los 365 días del año puedes escribir lo que desees, santoral incluido. Así que me acordé de todos aquellos amigos despistados que -siempre- preguntan como si fuera la primera vez... "¿pero este año es fiesta el día de San Juan o es el día del Pendón?" y marqué de un llamativo rojo el 24 de junio y de un negro fúnebre el 26 de diciembre para regalarlo y evitar responder siempre lo mismo: "No, este año es como el pasado, la fiesta local es en San Juan". Claro que, a renglón seguido, responden "Entonces cierran todas las tiendas ¿no?...".
Ésto de adoptar como fiesta local una manifestación lúdica popular está muy bien, pero sería oportuno reinventar lo de las fiestas locales porque una de las dos anuales la medio perdemos: el sábado de feria, durante el mes de agosto, pocos ciudadanos trabajan. Y claro, mientras San Juan se festeja a lo grande, el Pendón se celebra por lo pequeño y la Patrona se procesiona con respeto, nuestro patrón -San Indalecio- queda el pobre maltratado por el calendario laboral y por los días lectivos. Sí, hay una procesión con la imagen del santo por el casco histórico que, desde luego, da pena verla por el escasísimo eco popular que arrastra. Ahora que los del 15-M van a imponer los refrendos, está claro quién ganaría en una hipotética batalla almeriense San Juan-San Indalecio... Por éso, como defensor de causas perdidas quiero reivindicar, en estas vísperas de las hogueras, la figura de nuestro patrón. "¡Viva San Indalecio!", mártir del calendario. He dicho.

lunes, 13 de junio de 2011

La "valla rociera"

Seré un tío raro, pero dependiendo del contenido de la noticia que quiero ampliar sintonizo una emisora u otra. Es decir, para quienes se dedican a estudiar las audiencias radiofónicas soy un quebradero de cabeza; por la mañana escucho una de A.M. y por la tarde otra de F.M. Ya me pasó siendo estudiante de Periodismo cuando, recién llegado, compañeros de cursos superiores nos cogieron  a los de primero como conejillos de indias para un trabajo del índice de lectura de prensa. Uno con pinta de cansado y muy cursi -que luego llegó a ser un buen funcionario- me preguntó qué periódico había comprado; al contestarle que "El País" y "El Alcázar" -de 1981- montó en cólera porque en la hoja de cuadrantes a multicopista que le habían dado para la recogida de datos no incluía casilla alguna para recoger tamaña osadía de lector. Así que el encuestador ofendido me dejó maldiciendo no se qué y se lanzó de cabeza a una presa fácil que leía "Marca". Recuerdo la anécdota porque esta mañana -tras escuchar unas informaciones en varias emisoras nacionales- quise ampliar datos sobre el "misterioso" accidente del varal de la Virgen del Rocío. Así que busqué en el dial la emisora que creí más en comunión con la noticia. Pasmao me quedé. Ahora resulta que a la famosísima reja de la ermita le han cambiado el nombre y se llama "la valla rociera".
No digo yo que los enviados especiales reciban clases sobre el vocabulario de las hermandades y cofradías antes de pisar el polvo del camino; con solo escuchar a María del Monte habrían mejorado su vocabulario -"Salta la reja almonteño, se acaba la madrugada/porque la Blanca Paloma te espera para volar/está todo el año soñando, con bajarla y despertar/para que vuela más alto en la casa de hermandad", que canta la sevillana-. Lo dicho, en 2012 un buen iPod con temas rocieros para relatar la crónica. Saldrá perfecta.

martes, 7 de junio de 2011

Actos municipales "low cost"

Como el semáforo que da acceso a Las Almadrabillas desde el Parque tarda tanto tiempo en ponerse en verde, te da tiempo a pensar o hacer muchas cosas. El otro día me tragué la eternidad que dura el rojo y aproveché para observar con detenimiento la cosa ésa que puso el Ayuntamiento en la entrada de lo que, los viejos, llamamos el "Parque Nuevo". Nadie sabe qué es o representa esa especie de puerta de mala imitación del coral, alta, solitaria, colorá y de extrañas formas. Seguro que su autor la bautizó un día con algún nombre espectacular, que subiese sus honorarios, pero hasta ahora sólo ha servido de decorado para cuatro fotos de recién casados despistados y del alcalde con pose de inauguración. Y lo cierto es que, en los últimos años, los concejales han llenado la ciudad de figuras, monumentos y pinguruchos que, estando bien, poco o nada transmiten a quienes aquí residimos o tienen la valentía de visitarnos. Antes -y cuando digo antes quiero decir antes, antes- no se ponían tantas estatuas, pero todas las que se instalaban tenían su simbolismo y dedicatoria que, aún hoy, siguen vigentes: La estatua homenaje a la madre en Santo Domingo; al Educador en la Plaza de la Leche; a los hombres de la mar en el Parque o a Celia Viñas en la Plaza Bendicho... Mira que costó que al John Lennon le pusieran una plaquita o al Nicolás Salmerón caminante de la Puerta de Purchena una leyenda. Hoy, salvo las excepciones del maltratado busto de Juan Pablo II o el de Rodríguez de la Fuente, la representatividad nos la tenemos que inventar. Podemos creer -porqué no- que los pinguruchos altííísimos de la rambla son monumentos fálicos, el tío tumbado frente al Apolo un homenaje al vago o la gorda de la Plaza de San Sebastián un tributo al colesterol. Como no tienen leyenda, pues nos la inventamos.
Ahora que los ayuntamientos buscan actividades municipales low cost con las que llenar las agendas, propongo al Consistorio -que tomará posesión el sábado- que vaya dándole sentido a la siembra de cosas que hay por la ciudad, que nadie sabe porqué llegaron ahí. Por ejemplo, coloquen una plaquita junto a la anciana sentada en una silla que hay como estatua en la Plaza de San Sebastián y, el 26 de Julio, festejen con la Banda de Música y cientos de pensionistas el día de los abuelos. Fíjate, que baratito y qué buenas fotos se pueden hacer.