Cuando en el año 2000 trabajaba en el área de comunicación de la Universidad de Almería y se organizaban cursos de verano de tronío, el entonces vicepresidente del Gobierno Mariano Rajoy se desplazó al Campus para ofrecer una conferencia a los alumnos almerienses.
Metidos en el complejo organizativo que cuesta traer a una ciudad como Almería a un vicepresidente de Gobierno, también es donde escuchas cosas, ves situaciones y confirmas sospechas, ya que la proximidad organizativa con el alto cargo deja una estela de irrefutables contradicciones y de futuros desalientos.
Aquel 10 de julio de 2000, hace ya catorce largos años,
Mariano Rajoy ofreció a los estudiantes de la UAL una extraordinaria charla,
digna de un discurso de investidura o de un “Honoris causa”, pero que en
realidad era un curso de verano de altísimo nivel, dentro del ciclo
“Periodistas del Mediterráneo”, que también gestionaba la Asociación de la
Prensa de Almería.
Ha venido dos veces desde entonces, pero ahora, Rajoy vuelve
a Almería como presidente del Gobierno 5.212 días después. Mucho tiempo para
comprobar que aquellos anhelos ciudadanos del inicio del milenio hoy son una
tortuosa realidad, un doloroso puñal clavado donde más nos duele: el aislamiento,
la falta de comunicaciones. Entonces, Rajoy aseguró que “el Gobierno hará todo lo
posible para que el Euromed llegue a Almería en 2005”. Es más, prometió que
habría respaldo presupuestario para la doble vía de alta velocidad con Murcia. De
ese tren de alta velocidad que conectaría las provincias mediterráneas no queda
ni el nombre y, por supuesto, no sólo no vino en el 2005 sino que en el 2014
los túneles por donde iba a transcurrir están tapiados. Una vergüenza. Es
verdad que desde entonces ha pasado por la Presidencia del Gobierno Aznar, el
innombrable ZP y el propio Rajoy y ninguno –con el inestimable y constante
torpedeo de la Junta- ha sabido, o querido, ofrecer una solución a nuestras demandas. España ha cambiado y Almería
también, pero a peor: sin conexión con
autovía hasta Málaga, ni con la esperadísima autovía del Almanzora ni, está
claro, con el tren de alta velocidad. Tenemos hasta menos ferrocarriles que
hace catorce años, cuando un tal Álvarez Cascos era el ministro de Fomento. Así
nos va, ya ven.
En el año 2000, cuando aún se hablaba del puente de Rioja
como un cuello de botella para el acceso a la capital, y el PSOE erosionaba al
gobierno popular afirmando que con ellos el tren de alta velocidad estaría en
la provincia en cinco años –luego ya se vio que tampoco-, la palabra clave que
resumía nuestras ansias de estar conectados a gran velocidad era Euromed. Un
término que, más tarde, los propios políticos locales se fueron encargando de
diluirlo y arrinconarlo en sus discursos y declaraciones. Con toda seguridad ahí está el eterno problema
de nuestro aislamiento. La clase política provincial, excepto algún caso concreto,
carece en Madrid y Sevilla del peso suficiente –por no llamarlo de otra forma
más ordinaria- para exigir dineros destinados Almería.
Desde hace siglos
nuestros representantes han sido muy
obedientes con los suyos de arriba y si había que decir amén, se decía. La
profesora María Dolores Jiménez lo refleja muy bien en su libro “Política de clientelas y cultura electoral en
Almería (1903-1923). Claro que, en los ochenta, hubo diputados
geniales que por la mañana votaban en el Congreso en contra de los intereses de
Almería y por la tarde encabezaban una manifestación en la capital exigiendo lo
contrario.
Si miramos quienes estaban en las filas de autoridades cuando Rajoy vino
hace 14 años comprobamos que, aún hoy, muchos rostros políticos siguen siendo
los mismos, sólo envejecidos por el estéril
ir y venir defendiendo no se qué causa. Rajoy está en Almería como presidente del gobierno y debemos
felicitarnos por ello. Lo que sería lamentable es que tuvieran que transcurrir
otros 5.212 días para que los almerienses seamos como los ciudadanos de Cuenca,
Puertollano, Tarragona, Lérida o Calatayud. Vamos, como los que tienen AVE. En
1916, en Almería se levantó un movimiento ciudadano contra el caciquismo y los cuneros;
sería bueno repetirlo con las infraestructuras un siglo después.
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