miércoles, 24 de julio de 2013

La ERE-dera



En éso de las herencias, la Junta de Andalucía sabe mucho. Además del afán recaudatorio con el que castiga a sus ciudadanos sobre el patrimonio que los padres transfieren a sus hijos, las herencias en el gobierno autonómico andaluz se están convirtiendo en una nefasta tradición. Aquello de que al presidente le suceda en el cargo aquel militante que le cae bien, aquel otro que es buena persona o aquella niña bonita que resulta simpática se ha convertido ya en una mala tradición en el ejecutivo sevillano.
José Rodríguez de la Borbolla, presidente de la Junta durante seis años y hasta 1990, accedió por primera vez al máximo cargo político de la región el 8 de marzo de 1984 con 37 años, sin haber ganado unas elecciones, pero gracias a la dimisión de Rafael Escudero. Luego, sí; triunfó en los comicios de 1986, pero en su caso hizo buen uso de la herencia recibida... hasta que llegó Manuel Chaves y se apoltronó en el poder desde julio de 1990 a abril de 2009. Más tarde, recuperando la costumbre de las herencias, legó el poder al madrileño José Antonio Griñán. Éste, con diferencia, ha sido el más hábil de cuantos han pasado por allí ya que ha permanecido dos legislaturas como presidente sin haber ganado ni unas elecciones.
Y ahora, llega Susana. La niña bonita (para Griñán) ha gestionado de forma tan eficaz su futura llegada al poder que con las “primarias express” se ha proclamado líder socialista diluyendo a los críticos del partido y, en septiembre, se sentará en la poltrona como primera mujer que gobierne Andalucía... habiendo perdido su partido unos comicios. Me hizo mucha gracia ver las caras de algunos socialistas almerienses fotografiados alrededor de Susana, en su reciente viaje promocional a la capital buscando apoyos. Esta mujer huele a poder.
No obstante, los analistas políticos residentes en Sevilla afirman que en este cambio mucho tiene que ver la juez Mercedes Alaya y el interventor de la Junta. De ser cierto lo expuesto, Susana sería la ERE-dera. Al tiempo.




José Manuel Bretones.
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José Manuel Bretones.
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martes, 16 de julio de 2013

Esperpento municipal


 
El caos burocrático de las administraciones locales es tal que ya ronda el esperpento. No, no sólo me refiero a la hábil forma de hurtar a los ciudadanos con el Impuesto de Bienes Inmuebles que ha tenido, estos años, el Ayuntamiento de la capital, sino a la cantidad de errores que están detectándose por la generalizada nefasta gestión de los tributos y tasas municipales en muchos ayuntamientos. Y, casualidad, siempre los errores informáticos, los descuadres financieros y los apuntes tributarios son en contra del ciudadano. Hay un error y, siempre, el contribuyente es el que paga de más. Hace poco, otro fallo mecánico del ruter, del servidor, o del dedo perezoso del funcionario permitió que un ayuntamiento grancanario cobrara con recargos, apremios y embargos los impuestos de circulación de vehículos que llevaban no ya uno, sino varios años dados de baja. El error fue, precisamente, detectado a miles de kilómetros por uno de los sufridos contribuyentes que reside en Almería y que obligó a la pachorra Alcaldía canaria a devolver lo cobrado de más. En ese caso no pudo suceder como en la capital almeriense, que un avispado peatón avisó –como si cruzara malamente un paso de cebra- a la concejala de turno por la calle de que estaba cobrando de más por la Contribución. La escena, tanto si es cierta como si no, no merece más que el cese fulminante de la edil: por haberse callado si sabía el exceso de cobro o por decir tamaña imbecilidad si era ajena a lo que se cocía en su propio despacho. Claro que, después de saber que ella firmaba documentos oficiales exigiéndose a sí misma la recaudación de impuestos o tasas todo es posible.

Claro que en esa Corporación de mayoría absoluta de 18 concejales parece que la comunicación interna fluye poco o mal, lo cual  no es excusa para asfixiar a los ciudadanos con tanto impuesto. Hay ejemplos de ciudadanos que el 9 de enero de 2012 solicitaron hablar con el alcalde, a través de su jefe de gabinete, y aún esperan un sí o un no. Yo ya, desconfiaría.

Pero, a lo que voy, lo más gracioso de esta administración super tecnificada pero incapaz es lo ocurrido en Carboneras, cuyo alcalde firmó un decreto publicado en el Boletín de la Provincia  exigiéndole al ciudadano con DNI 00.000.014Z que pagara la tasa de basura de un inmueble. No sabía yo que Cristina Federica Victoria Antonia de la Santísima Trinidad de Borbón y Grecia, es decir la mujer de Urdangarín, tenía una casita en el pueblecico.

martes, 2 de julio de 2013

Los águilas rojas del Toblerone

Estoy sorprendido de comprobar cómo una ciudad, en la que se ha dejado caer a trozos podríos parte de nuestro ya desaparecido rico patrimonio, reivindica ahora con pundonor el mantenimiento de distintos lugares, inmuebles y parajes de escaso valor o nula trascendencia. En poco tiempo, mientras la muralla que corona la calle Antonio Vico se cae a pedazos entre mugre y escombros, han nacido valerosos campeadores en pro de mantener en su ruinoso estado el oxidado Toblerone o la pulgosa cueva de Cónan. Mientras clavaban el último tornillo de la horrenda prótesis de aluminio de la torre de la Alcazaba, se han organizado campañas en pro de la defensa de La Molineta. Mientras los parajes naturales sufren a diario el deterioro de los lanzadores de clínex, de los olvidadizos bebedores de latas y de los fumadores que aún siguen destrozando su cuerpo por el tabaco con filtro, los “águilas rojas del Salvemos… lo que sea” salen en primera página. Sí, porque ahí subidos y triunfantes, paralizando las obras de desmonte parecían una versión mala del personaje de la tele, aunque éstos con la cara bien descubierta para salir guapos en la foto. Mientras el Toblerone era un peligroso monstruo de óxido junto a unos colegios donde se refugiaban maleantes o era el inodoro de quienes caminaban con un apretón por la carretera de Sierra Alhamilla, entonces, entonces nadie reivindicaba su mantenimiento y conservación como patrimonio industrial.

Almería es así de peculiar. Los colectivos sociales y vecinales apenas se alteran por nuestro constante y ancestral olvido y malgastamos energía en reivindicar cuestiones superfluas. No digo yo que no hubiera que haber salvado la gruta donde se rodó la película de Cónan o que sea mejor o peor el proyecto del antiguo silo del mineral. Lo que me indigna es comprobar cómo el resto de provincias nos siguen sacando ventaja en todo y en Almería perdemos el tiempo reivindicativo en cuestiones calderilla. Aún no he visto a estos personajes de la portada del periódico encadenarse por la paralización de las obras del Hospital Infantil de Torrecárdenas, o quejarse por el pitorreo a los ciudadanos por aquella Facultad de Medicina fantasma que otro iluminado por Marx nos prometió; o manifestarse en la antigua estación de ferrocarril por su estado de abandono; o exigir ¡ya! el tren de alta velocidad para Almería; o lamentarse por la inacabada autovía del Almanzora; o… Desde luego, no tenemos remedio y así nos va.