martes, 18 de diciembre de 2012

A mí no me regañes





No me gustan nada las declaraciones de personajes que representan a una asociación, institución, grupo, colectivo, oenegé o partido y que basan todos sus argumentos en “regañar” a los demás. Sea cual sea la pregunta del periodista, la respuesta siempre es crítica o de censura hacia el resto de ciudadanos; nunca se efectúa mirando hacia dentro, valorando lo hecho para mejorar el servicio a la sociedad. 

Hace unos días leí una entrevista en la que un funcionario de carrera, que lleva 27 años seguidos presidiendo una entidad de usuarios o consumidores, torpedea con su censura a todos los sectores económicos, administrativos y sociales. Bueno, a casi todos: Ve mal cómo se desplazan los jóvenes universitarios al Campus, cómo se defienden los profesionales de la hostelería con los idiomas, los días de descanso en las pastelerías, que el comercio tradicional no se ponga las pilas, la pasividad municipal en sancionar a los bares, que el consumidor no posea conciencia crítica, que el ciudadano busque comprar barato sin mirar la etiqueta, que los colegios no enseñen consumo…. ¡Qué bárbaro…!  Pero entre tanta crítica no leí ni una palabra de autocrítica que, quizás, sería aconsejable cuando en este tipo de asociaciones siempre figuran los mismos y en sus asambleas los asistentes caben, si no en un taxi, sí en un microbús. De hecho, si no fuera por las subvenciones económicas de los ayuntamientos o de la Diputación Provincial, el cierre lo habrían echado ya hace tiempo porque cuotas, pocas.

Algo debe ocurrir cuando los españoles somos los más generosos del mundo en la ayuda social, en las aportaciones cuando hay catástrofes, en las donaciones de órganos, en donativos para mercadillos o rastrillos solidarios… y mantenemos las tasas de afiliación de las más bajas de Europa a sindicatos, asociaciones de consumidores o federaciones de usuarios. O no nos fiamos o vamos por libre en eso de la defensa del bien común. 

Los partidos de izquierda españoles, en cambio, siempre han tenido una estrategia muy clara y definida con los entes sociales, fundaciones o, como se llaman ahora, sin ánimo de lucro: formar una tela de araña integrada por mini asociaciones, entidades, clubes sociales, federaciones de asociaciones, unión de entidades o consorcios, todos ideológicamente afines, con los que aminorar o acentuar –según convenga- la censura o la alabanza social hacia un determinado asunto. De ahí los grandes silencios ante asuntos de interés general que claman al cielo y las críticas inmisericordes a “chuminás” campestres. ¿Ejemplos? En Almería, a manos llenas. Así que, esta gente, a mí que no me regañe.

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