ERA una noche de noviembre cerrada; lúgubre y fría. Las fuertes lluvias habían destrozado innumerables canales de riego y sistemas agrícolas del Bajo Andarax cuando el entonces presidente de todos los andaluces viajaba en su coche oficial por la recta del Poniente. Era la encharcada Nacional 340, sin "a", porque no había autovía, ni luces, ni casi El Ejido, que se había desgajado de Dalías un rato antes.
De repente, el chófer del vehículo oficial hizo un extraño movimiento, bien cegado por otro automóvil con las luces largas que venía de frente, o por la oscuridad de la noche. El caso es que el coche de Sevilla no frenó a tiempo y se estampó contra otro vehículo. El presidente, que viajaba en visita oficial, tuvo que asustarse no porque la colisión le causara algún daño físico, que no, sino porque después del golpetazo y su sobresalto comenzaron a volar y a chocar extraños objetos alargados sobre el techo, parabrisas, capó y el asfalto mismo, provocando un ensordecedor ruido parecido al pedrisco que viene del "Rincón de las Panochas". Al rato, cuando el presidente pudo salir del interior de su auto, pudo comprobar que había sufrido un accidente de tráfico al embestir a un motocarro cargado de judías verdes.
El impacto fue menor por el escaso volumen del isocarro, pero aquella lluvia de hortalizas sobre su habitáculo tuvo que parecer larguísima, casi eterna. Era un 11 de noviembre de 1982; justo ahora se cumplen 32 años de aquel episodio enigmático del motocarro con las judías, que cambió la historia de nuestro pueblo: Gracias al pequeño vehículo de carga y a aquel presidente, que apenas llevaba tres meses en el cargo, se rompió el topicazo de que el agricultor almeriense metía el Mercedes último modelo en el invernadero para cargarlo de pepinos y tomates; se comprobó que la recta de El Ejido era muy peligrosa y, veinte años después, sus sucesores tuvieron a bien construir una autovía, inacabada, pero eternamente prometida; se confirmó que, aún con la lejanía, los altos cargos sevillanos sí se desplazaban a Almería y muy a pesar de las judías voladoras.
Hace más de un tercio de siglo; aún no había nacido el 39,3% de los almerienses de hoy, pero aquel presidente ya nos prometía lo mismo de lo que ahora llena los programas electorales: una vía rápida a Málaga, un tren veloz, una sanidad sin listas de espera y una Almería integrada en Andalucía. Hoy, 11 de noviembre de2014, me acuerdo de aquel vehículo repleto de hortalizas y del coche del presidente que le embistió violentamente por detrás. Nunca Almería se ha parecido tanto a un motocarro cargado de judías.
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