La sorpresa del anuncio movilizó a
fieles y a detractores de la Iglesia de forma instantánea, provocando
reacciones diversas en las capas sociales, institucionales y políticas de todo
el mundo. Notas de prensa oficiales, declaraciones institucionales e, incluso,
manifestaciones llenas de desprecio como las de Cayo Lara quien dijo que el
sucesor será varón y viejo… Cosa más tonta de político…
El caso es que los medios de
comunicación audiovisuales –sobre todo la televisión y también, cómo no,
internet- se encargaron de difundir la renuncia casi en directo; los más
rápidos editaron monográficos y los más avispados mandaron a Roma a sus
periodistas-estrella –como Matías Prats- para que presentaran desde allí el
informativo de la noche. Los medios de papel tiraron de agenda y de cristianos
de base para ofrecer un enfoque más cercano y pese a la consabida rapidez hubo
tiempo para pensar magníficos titulares de primera página; claro, en
consonancia y acordes a la ideología del medio: “El Papa libre” (sin coma), de
ABC; “Huérfanos del Papa” de La Razón; “Benedicto XVI entra en la historia” de
La Vanguardia; “El Papa, agotado, se va” de La Voz de Galicia; “Expapa” de Ara…
Término éste que incluso provocó que la Fundación del Español Urgente nos enviara
a los periodistas inscritos un correo explicando que el término “Expapa” es
correcto.
Al igual que sucedió con la agonía y
muerte de Juan Pablo II y el inicio del posterior Cónclave Cardenalicio, los
medios de comunicación han hecho posible que miles de millones de personas
vivan, casi al instante, la sucesión de unos hechos que no ocurrían desde hacía
siglos: la renuncia de un Papa. Que ancianas de lugares remotos del planeta sepan
lo manifestado por el Papa en el Vaticano, un rato antes, es un hecho
extraordinario que explica en su máxima expresión el poder de los medios de
comunicación. Es más, la fuerza imparable de la prensa convierte a un pastor de
almas en objeto de críticas o de sumo respeto, sencilla y llanamente porque su
ventana está abierta o cerrada a sus feligreses cuando las televisiones y las
radios emiten en directo a los pies de su Palacio, o desde las terrazas de los edificios
vaticanos.
Juan Pablo II asumió y se aprovechó del
extraordinario impulso que la radio, la prensa y, sobre todo, la televisión, dieron
a su labor evangelizadora; lo que él mismo denominó el "poder
evangelizador de los medios". A tal punto que Karol Woijtyla se reveló a
lo largo de su Pontificado líder de audiencia y su funeral fue, hasta su
celebración en 2005, el acontecimiento más visto de la historia de la
televisión, pulverizando cualquier "share".
Benedicto XVI, de otra forma, tampoco
se olvidó de los medios digitales; aunque a pesar de su breve presencia en la
red, quedará como el primer Obispo de Roma en usar Twitter. Fue el 12-12-12 y la
foto del Santo Padre tocando con su dedo índice una tableta, abría una nueva era en su
comunicación por las redes sociales, llegando por primera vez directamente y
con un texto breve al ordenador o al teléfono móvil de millones de seguidores
en Twitter. El primer paso ya se ha dado. Ahora resta que el sucesor consolide
la línea de comunicación iniciada y potencie, con ello, la proximidad de la
Iglesia a los ciudadanos.
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