miércoles, 23 de mayo de 2012

El bosque los juguetes

La casa tiene más de cuarenta años y ese rincón siempre estuvo ahí. Es el pasadizo más estrecho del jardín; casi un túnel de buganvillas ajeno al viento y con la tenue luz que se escapa entre los huecos de un frondoso muro vegetal. A diferencia de otras estancias más confortables de la parcela, esa esquina de hojas y flores ha sido un lugar de paso, testigo de las idas y venidas de tres generaciones.

Siempre se han referido a él con la exactitud descriptiva que nos caracteriza a los almerienses: “ahí”, “donde está la buganvilla”, “al lado de donde se tiende la ropa”, “cerca de la higuera”… incluso el recoveco ha sufrido cierto desprecio por su incómoda estrechez y tenuidad.

Lo cierto es que el rincón ofrece una sombra envidiable que, como hicieron años atrás otros niños, ahora es aprovechado por los más pequeños de la casa para que sus juguetes no se achicharren al sol. Así, un tobogán de plástico naranja convive con un triciclo sin timbre, con un “quad” infantil que espera a ser reparado al lado de una canasta de baloncesto sin red y con un balón de fútbol, con el escudo de la U.D. Almería deshilachado por los puntapiés.

El otro día, le preguntamos a Miguel donde había aparcado su bicicletilla sin pedales que le trajeron los Reyes Magos y respondió con una contundencia envidiable para un niño de tres años: “En el bosque los juguetes”. Maravilloso. Cuatro décadas después de su existencia, ha tenido que ser el más pequeño de la familia quien bautice a ese lugar con un precioso nombre que, aún siendo patente que es un bosque y que está lleno de juguetes, nadie hasta ahora había reparado en ello.

Comento esta anécdota familiar porque siempre he defendido que las generaciones que se van incorporando a la vida social, política, deportiva o económica de una ciudad aprecian las cosas con una perspectiva distinta a la de quienes llevan décadas apoltronados en los puestos decisorios.

De un político que lleva, por poner un ejemplo, veinte años en un mismo cargo o, por poner otro, un ejecutivo que tiene a su mando profesionales que no habían nacido cuando él ya estaba en el puesto no podemos esperar soluciones novedosas ni ideas rompedoras. Sus experiencias serán extraordinarias pero, mejor o peor, estoy seguro de que otras personas más jóvenes aplicarían a los problemas soluciones innovadoras y verían -como Miguel y “el bosque los juguetes”- lo evidente. Evidente, pero desapercibido para los demás.


domingo, 6 de mayo de 2012

La censura

Jamás olvidaré cómo censuraron mi primer reportaje. En verano se cumplirán treinta años de aquel injusto sinsabor que, aún hoy, me viene a la cabeza cada vez que aflora el personaje que lo levantó de la página cinco y de su compadre que, todavía, anda por ahí con la tijera en la mano.

Mi afán reporteril me llevó hasta un marino mercante que, ingresado en la Bola Azul, me relató con rotunda sinceridad el maltrato que recibió –por ser español- en un hospital de la Unión Soviética, donde tuvo la desdicha de enfermar mientras su buque permanecía atracado en un puerto ruso.

Aquellas declaraciones del viejo lobo de mar criticando el sistema sanitario comunista no gustaron y, sin más razonamientos que el de los cojones, el reportaje jamás se publicó. Eran los tiempos en los que desde medios de comunicación, administraciones y asociaciones afines se afanaban montando los andamios para la llegada del socialismo al poder y, claro, lo que decía el marino iba contra la futura nueva tendencia.

Recuerdo esta anécdota histórica porque, en los últimos meses, me están llegando pitazos muy desalentadores sobre cómo en España algunos editores, directores y medios de comunicación en general están retomando la mala práctica de la censura. Existen, es justo reconocerlo, medios libres, pero es verdad que la censura siempre ha existido y existirá. No obstante, la que hoy se practica, permítanmelo decirlo, es cateta y provinciana en lugar de ideológica, por lo que es mucho más complicado de burlar por parte de los redactores. Ahora ya no caben juegos de palabras, metáforas, epítetos o sinestesias para burlar al censor, ya que éste directamente arranca el texto íntegro porque, por ejemplo, no le gusta la cara del interlocutor.

Precisamente, el día 3 de mayo se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa y el 81º aniversario de la fundación de la Asociación de la Prensa de Almería. Por tal motivo, hubo una concentración de periodistas en la Puerta de Purchena exigiendo un ejercicio profesional digno “basado –decían- en el estricto cumplimiento de las normas éticas y deontológicas y en valores como la integridad y el rigor profesional”.

Todo eso está muy bien pero, después, los propios periodistas somos los que propiciamos y fomentamos lo contrario; bien con acciones puntuales, manías personales o, como el dimitido presidente de la Asociación de la Prensa de Granada, quitándose el cinturón y amenazando con él en la mano a quien opina diferente. Y así nos va.