jueves, 14 de julio de 2011

Imitando a Agripa

Cuando yo me dedicaba con pasión a escribir discursos que, más tarde, a mis jefes les servían para sus intervenciones públicas e institucionales, tenía dos vocablos que siempre pretendía evitar: "debate" y "reflexión". Sí, son palabras que de tanto usarlas -como el "amor" que cantaba Rocío Jurado (q.e.p.d.)- se han roto; han perdido el gran potencial de su contenido. Además, he de confesarles que decidí autocensurar esos términos después de sumar las veces que varios cargos públicos de nuestra provincia -seleccionados al azar en una tarde de sofocante calor- los habían empleado en entrevistas, charlas o declaraciones. Ya no apunto las veces que "debate" y "reflexión" salen en los titulares entrecomillados porque el estudio local está más que concluido y el brillante ganador es un señor con barba. Pero aún hoy, da la impresión que los responsables políticos de las distintas Administraciones se pasan el día y la noche debatiendo y reflexionando.
Luego es mentira, porque ante cualquier análisis interno o problemilla menor se impone el pensamiento único o "la consigna", que diría mi culto amigo, el que fuera concejal almeriense Antonio Fernández Sáez (también, q.e.p.d.). En esta vida ajetreada sacamos de paseo a la "reflexión" pero no la practicamos ni cuando vamos a la compra, dejándonos atrapar por los hechizos del último metro ante el producto, que tan exquisitamente bien practican los del marketing mix. Y no hablemos ya del debate; nuestra sociedad falsamente se muestra carente de dudas y éste lo aplica de boquilla; pero en la práctica se distribuye con cuentagotas. No digo yo que imitemos al filósofo griego del siglo I Agripa (alias "El Escéptico") y sus "tropos" o "Cinco caminos de la duda", pero quizá  nos iría mejor si se replantean muchos valores, de verdad, y no tanto de cara al titular. El "debate" y la "reflexión" ya no venden.

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