jueves, 7 de abril de 2011

€uroseñorías en clase preferente

Con casi cinco millones de parados, la crisis azotando a las familias y el consumo por los suelos, nuestros europarlamentarios decidieron no bajarse el sueldo y viajar en clase preferente. Así, dando ejemplo. Los funcionarios con el sueldo congelado, los autónomos asfixiados y sus €uroseñorías no quieren disminuir su nómina de 15.000 eurazos al mes. He visto con perplejidad que peperos y sociatas se han unido en la intención de voto para, precisamente, seguir cobrando una pasta gansa. Para eso no hay polémicas, aunque dice la tele que la presión de las redes sociales les ha hecho variar el voto. Aquí,  lo que vale es la primera intención. Además, he repasado la relación de €uroseñorías y ¡oh! me topo con el famoso “Gafe de la Bética".
Sí, aquel responsable de la Expo 92 en cuya presencia se hundió la nao Victoria en el momento de su botadura en Sevilla; se incendió el Pabellón del Descubrimiento, el más emblemático de la Expo, o se destruyeron las carabelas colombinas frente a las costas de Japón. Pues ése “Gafe de la Bética", bautizado así por Jaime Campmany (“El callejón del gato. Retratos al vitriolo, ed. Espasa, Madrid, 226 págs”) es el mismo al que la autoridades de Cuba no le permitieron entrar en el país, cuando viajaba con la también ínclita Carmelita Hermosín.
Yo no creo que un tío que el próximo día 12 cumple 68 años y lleva 34 –la mitad de su vida- viviendo del erario público sea un gafe; todo lo contrario, es un artista, un funambulista de la Administración, un catedrático en eso del servicio público. Lo reconozco: Qué mala es la envidia.

domingo, 3 de abril de 2011

La independencia de mi madre

El otro día, por coincidencias que no vienen al caso, necesíté hacer un ejercicio de rapidez mental para traducir qué me había parecido escuchar a un tío que hablaba con otro en la calle. Porque, torpe de mi, había interpretado que buscaba la independencia de su madre. Como la mente es perversa y siempre te lleva a lo malo, por un instante sospeché que el individuo pretendía arrinconar a su señora madre en alguna residencia, hogar o centro de la tercera edad, que es como se llama ahora a los asilos de toda la vida. Así que me quedé casi petrificado en la acera, cerca de donde el presunto asustaviejas desarrollaba su plan a, quizás, un compinche o a un colaborador necesario, como dicen los jueces. La pobre madre estaría en la cocina de su casa, ajena a todo, pensando qué le gustaría almorzar a su hijito y el gualtrapa de éste, con la cartilla de ahorros abanicándose, tramando un plan para desprenderse de ella... Comencé a juguetear con el móvil, como las ejecutivas de bote en la T-4 que no llaman a nadie porque no tienen amigos a quienes telefonear, y abrí  las orejas para empaparme del plan. El sujeto lo reptió claramente: "Necesito la independencia de mi madre; de hoy no pasa".
¡Acabáramos!. Está claro; este mal hijo, con su porte chuleril de camiseta sin mangas de mercadillo ilegal y zapatillas despeluchadas se quiere desprender para siempre de la anciana. ¡Será ingrato!. Y encima lleva un tatuaje en el brazo de un corazón que pone "amor de madre". Mi indignación subía por momentos; notaba cómo el sudor me caía por la espalda y la tensión arterial se disparaba cuando su compinche respondió con tono pausado: "Pues te acompaño; ayer mismo cobré yo la paga de dependencia de mi madre y ¡no veas como nos resuelve la vida a los parados; qué bueno es este ZP!".
Me quedé frío; helado. ¡Será imbécil el tonto éste como habla!. Claro, que eso me pasa a mi por ir caminando con la calle con las antenas puestas. La próxima vez me llevo el iPod y voy escuchando música celta, que ésa sí que habla de independencia.