Yo no he subido en cohete, pero quienes sí dicen que desde el espacio se ve el mar de plástico que conforman los invernaderos de la provincia. Claro, habrá que saber desde qué distancia, porque si la referencia es el google maps está claro que se verá hasta el color del bañador de mis vecinas cuando están bañándose en la piscina. Las miles de hectáreas de plástico ha dado para muchas, si no investigaciones, conversaciones sin fundamento; pero, eso sí, graciosas. Yo escuché a un científico, con dos folios en la mano llenos de raices cuadradas, fórmulas y números, que las cubiertas plásticas de los invernaderos hacían rebajar la temperatura ambiental del Poniente almeriense hasta grado y medio. Bueno, no es mucho si tenemos en cuenta la solanera que cae en julio y agosto en esos campos de Dios y si en lugar de 40 grados tienen 38 y medio pues algo es algo... También he tenido referencias de que los reflejos de los techos plásticos de los invernaderos dañaban la vista de los pilotos de avión -serán los de Ryanair que no llevan gafas de sol para ahorrar costes-; incluso hay estudios personales de cómo el plástico afecta a la radiación de la furgoneta del agricultor que, con los cristales cerrados, permanece allí estacionada. En fin, un sinfín de tonterías en las que la gente malgasta el tiempo y algunas administraciones el dinero.
Lo que sí es un verdadero mar de plástico, que además da vergüenza, es cómo queda el campo de batalla después de un mercadillo. Sí, esos populares puntos de venta ambulantes en los que te encuentras un jilguero en su jaula o sandías de diez kilos. Vayan un martes sobre las dos de la tarde al recinto del estadio de los Juegos Mediterráneos o un domingo a la antigua carretera de Retamar, junto a El Alquián. Hay plásticos sueltos, volando y tirados como para cubrir tres hectáreas de invernaderos. No se si estos residuos de los vendedores ambulantes y sus clientes se verán desde la Luna, pero desde luego quienes ensucian así la ciudad habría que mandarlos a otra órbita.
Tampoco habría que dejar de mirar el Zapillo un domingo de agosto a las 21:00. En cuanto nos juntamos más de 3 almerienses montamos un estercolero, ¿será la educación, la falta de?
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